lunes, julio 24, 2006

Plagio

Para que escribir si hay alguien más que ha puesto en papel lo que pienso, así que mejor le damos la bienvenida al Copy/Paste


Cuando éramos huérfanos
Denise Dresser

Siempre me ha gustado vivir en México. Todos los días doy gracias por vivir en un país con tanta belleza, con tanta historia, con tanta cultura, con tanta vida, con tanta dignidad. Lo digo cada vez que puedo: amo a México con un amor perro. Amo sus olores y sus sabores, sus regiones más transparentes y sus rincones más oscuros, sus volcanes y sus valles y todo lo de en medio. La vida en México para una persona de clase media alta como yo es, en muchos sentidos, envidiable. Vivo en una casa rentada y muy linda; mando a mis hijos a una escuela privada y no excesivamente cara; soy dueña de dos autos usados y en buena condición; vivo de mi trabajo y puedo mantener a mi familia con él; empleo a un par de personas que ayudan en casa y me alcanza el sueldo para pagarles; tomo vacaciones anuales y estoy ahorrando para asegurarle una educación universitaria a mis hijos. Tengo la vida que siempre he querido, llena de ideas y libros y arte y alumnos y amigos y la oportunidad de escribir en Proceso y una profesión socialmente útil. Este país me la ha dado.

Soy producto de la movilidad social que aún existía en los sesenta cuando nací. De beca en beca obtuve una buena educación y con ella he ido ascendiendo la escalera social. En un país con 40 millones de pobres, soy de las privilegiadas. Aún así, me doy cuenta de manera cotidiana que algo está mal. Y podría usar el lenguaje sofisticado de la ciencia política para explicarlo, pero en esta columna prefiero hablar como simple ciudadana. Algo está mal cuando las personas que trabajan para mí -la nana y el chofer y el jardinero- no tienen ninguna expectativa de ser más de lo que son hoy. Cuando no tienen ninguna posibilidad de aspirar a algo más porque el país no se los ofrece. Cuando sexenio tras sexenio un presidente u otro les da tan sólo más de lo mismo. Cuando saben que la vida de sus hijos será -en el mejor de los casos- una versión facsimilar de la suya. Esa vida precaria, estancada, difícil. La que tantos con quienes comparto el país padecen.

Y por eso el 2 de julio voté por Andrés Manuel López Obrador. Fui de esos votantes indecisos hasta el momento de entrar a la casilla y una vez adentro opté en función de una sola razón: no podía votar por una persona que piensa que el país está bien. No podía votar por un partido que ofrece sólo la continuidad. No podía formar parte de aquellos que piensan que el país funciona aunque para mí lo hace. Ni más ni menos. Pero voté con ambivalencia, porque a lo largo de la campaña siempre pensé que AMLO tenía el diagnóstico correcto pero no las soluciones adecuadas. Que peleaba por una buena causa pero no con armas modernas. Que sabía lo que no funcionaba pero no tenía propuestas coherentes de política pública para arreglarlo. Nunca me convenció la idea de sembrar árboles por el sureste o construir trenes bala. Recuerdo habérselo dicho: "Andrés Manuel, estás ofreciendo pobreza con dignidad. Estás ofreciendo darle a cada mexicano una pala para que construya un segundo piso". Los pobres merecen y necesitan más.

Aún así pensé que una victoria de AMLO ofrecía la oportunidad para sacudir las cosas; para nivelar el terreno de juego; para pensar en cómo construir un país más justo y menos rapaz. Y López Obrador no me asustaba como asustaba a otros miembros de mi clase social. De hecho en reunión tras reunión, en conferencia tras conferencia, me convertí en su defensora involuntaria. Porque los argumentos sobre su personalidad mesiánica me parecían exagerados. Porque pensaba que a demasiados de sus detractores les salía espuma por la boca. Incluso una semana antes de la elección publiqué un artículo en Los Angeles Times argumentando que antes de odiar a López Obrador, las élites económicas y políticas deberían odiar las condiciones que lo produjeron: un sistema socioeconómico que concentra la riqueza y no tiene ningún incentivo para distribuirla mejor.

Pero desde la noche de la elección miro lo que está haciendo Andrés Manuel López Obrador y me desconcierta. Me preocupa. Veo a un hombre cada vez más combativo, cada vez más confrontacional, cada vez más antiinstitucional. Veo a alguien que confirma, paso a paso, todo lo malo que se decía de él. Alguien que habla del "crimen" monumental cometido contra el pueblo de México, pero que no lo ha podido probar. Alguien que un día sugiere fraudes cibernéticos y al otro día aclara que más bien fueron "a la antigüita". Alguien cuyas posturas poco claras -y con frecuencia contradictorias- me inspiran desconfianza. Porque no puedo evitarlo: fui entrenada en el doctorado para examinar evidencias, ponderar datos, analizar argumentos. Y los que presenta AMLO hasta hoy para sustentar su caso no me convencen. He leído todos los correos electrónicos sobre el famoso algoritmo y dudo de su existencia; he discutido las irregularidades detectadas hasta ahora y no me parecen determinantes; he escuchado todas las denuncias sobre la "elección de Estado" y no creo que podamos clasificarla así.

Con lo que sabemos hasta el momento, no me parece inconcebible pensar que López Obrador perdió la elección. Por la multiplicidad de motivos que ya conocemos: el voto de miedo, la campaña mediática de Vicente Fox, la compra de publicidad por terceros, el apoyo de gobernadores priistas a Felipe Calderón y los errores que el propio AMLO -aunque se niegue a aceptarlo- cometió. Pero para despejar dudas y rescatar la confianza perdida, he apoyado la propuesta de contar de nuevo, ya sea parcial o totalmente, los votos. Si el recuento revela que López Obrador en realidad ganó, México tendrá que aceptarlo. Y si ocurre lo contrario, también. Esa debería ser la apuesta de todos, pero sobre todo de una izquierda responsable que quiere gobernar al país y no sólo partirlo en dos.

Lo más preocupante es que AMLO no parece estar pensando así. Declaración tras declaración, López Obrador se está radicalizando. Y todo lo que dice sugiere que -en realidad- no está buscando el recuento de los votos, sino la anulación. Ya no busca ganar sino seguir peleando. Ya no quiere que se respeten los resultados "reales" de esta elección sino reventarla. Ya no tiene la mira puesta en las próximas semanas sino en los próximos años. Quiere consolidar su base y ser una fuerza política de largo plazo. Quiere exaltar los ánimos de 10 millones de votantes enojados aunque pierda a los moderados que votaron por él. Su papel ya no es seguir las reglas del juego sino romperlas. Su papel ya no es atemperar para gobernar sino azuzar para polarizar. Para ser el presidente moral del sur de México. Para seguir confrontando al resto del país desde allí.

Y ése va a ser un viaje peligroso porque recorre la ruta de la división. Su brújula es la polarización. Su mapa es la radicalización. Su destino es destruir primero para reconstruir después. Entraña incendiar institución tras institución y eso es lo que le está ocurriendo actualmente al IFE. Al actuar como lo está haciendo AMLO, coloca a personas como yo que votamos por su causa en una posición difícil. Pide que dejemos de confiar en todo para tan sólo confiar en él. Pide que formemos parte de lo que José Woldenberg ha llamado una "comunidad de fe", y dejemos a un lado la razón para pertenecer a ella. Pide que depositemos toda nuestra confianza en un solo hombre, cuando las democracias reales se construyen precisamente para evitar que eso ocurra. Pide que creamos en la palabra de operadores políticos como Jesús Ortega y Leonel Cota y Fernández Noroña y Martí Batres, cuya trayectoria suscita grandes dudas. Pide que destacemos a la única institución política creíble que hemos logrado erigir, y que nos sumemos a la cruzada para desacreditarla.

Y nos deja con las siguientes preguntas: Si tiramos al IFE por la ventana, ¿con qué otro instrumento va a contar el país para transferir pacíficamente el poder? Si las elecciones no son confiables nunca, ¿qué otro proceso funcionará para representar a los ciudadanos? Si el voto no es confiable, ¿no nos queda otro remedio más que renunciar a él? Si quienes están al frente de una institución cometen errores, ¿entonces hay que descalificarla de tajo? ¿La elección será vista como legítima por el PRD sólo si AMLO es declarado el ganador? Si no es posible creer en nada, ¿no hay otra opción más que creer en López Obrador? Planteo estas preguntas con dolor. De manera apesadumbrada. Veo la certeza que anima las posiciones de apoyo a AMLO que han asumido personas a quienes respeto como Julio Scherer, quienes admiro como Carlos Monsiváis, quienes quiero como Elena Poniatowska, quienes adoro como Eugenia León. He estado a su lado en otras batallas -como la librada contra el desafuero- y me entristece no poder estar allí, mano a mano, en ésta.

Y me angustia aún más ver que el otro lado tampoco tiene buenas respuestas. Las élites atrincheradas se comportan como siempre lo han hecho: saboteando, obstaculizando, posponiendo soluciones difíciles a problemas ancestrales. Pagando spots para promover sus posiciones aunque constituyan una violación a la legislación electoral. Preservando sus privilegios, blindando sus cotos, sacando legislación a modo -como la Ley de Radio y Televisión- y evidenciando todo lo que quieren proteger con ella. Los complacidos y los complacientes. Esos que escuchan los gritos del México que apoya a López Obrador y se tapan los oídos. Esos que miran la radiografía del país partido que esta elección arroja, y creen que bastará ampliar el Programa Oportunidades para reconciliarlo. Esos que produjeron a AMLO y hoy no saben cómo lidiar con él.

Ante este escenario es difícil no padecer una sensación de orfandad. De desconsuelo. Ese sentimiento que describe tan bien Kazuo Ishiguro en su novela Cuando éramos huérfanos. Esa soledad que produce estar parada en tierra de nadie, entre fuego cruzado, sin complacer a un bando y sin apoyar al otro. Intentando izar la bandera blanca entre las bazukas. Intentando suplantar la incondicionalidad partidista por la reflexión ciudadana. Preocupada por la construcción de un centro vital donde sea posible construir, conversar, reconciliar, institucionalizar. Pelear menos por el poder, y más por formas de compartirlo mejor. Pelear menos por quién ganó la elección, y más por el país herido que ambos bandos están dejando tras de sí

jueves, julio 20, 2006

BLOG IMPUGNADO

En medio de las noticias sobre política en México voy dando tumbos. el problema no es la polarización de los ciudadanos, sino la ceguera que esto les causa. No entiendo como los calderonistas no pueden entener la petición del recuento voto por voto como sinónimo de transparencia y certidumbre. No puedo entender que los pejistas llamen a la movilización, la resistencia civil y realicen acciones como la clausura de Banamex, sin entender que eso le da la razón a los de la propaganda contra AMLO.

Leo en muchísimos foros discusiones sobre las elecciones y en su mayoría los interlocutores solamente ven en blanco y negro. Si defiendes algo sobre la legalidad, estes un fascista, represor. Si crees que puede servir el recuento de votos, entonces eres un radical, peligro para México.

Y sin embargo.... creo que esto durará un par de meses y luego volverá a ser lo mismo. Volveremos a la misma dinámica, con un PRI actuando como lo que siempre ha sido. Un PRD oponiéndose a todo. Un PAN aplicando medidas tipo Ley Televisa.

Que si Calderón será un presidente espurio, impugnado... no creo que le importe mucho. De entrada ninguno de los dos logró más allá de un 35 por ciento. Eso quiere decir que 65 por ciento de loss que votaron no están con él. A eso le sumamos los que no votaron...

Eso de la mancha en la presidencia de quien llegue es una estupidez. Le molestó en allgo a Salinas llegar como llegó al poder. No lo creo. Poco antes de terminar su gestión la gente lo adoraba. Aún muchos creen que fue un buen presidente en lo económico.

jueves, julio 13, 2006

El problema de México no es de democracia sino de amnesia... encontré esto en internet.. del libro Vicente Fox, a Los Pinos
donde el presidente narra un pasaje de cuando quiso ser gobernador de Guanajuato.


"Luego de 250 días de campaña, los resultados oficiales daban la victoria a Ramón Aguirre con 53% de los votos, el PAN y yo marchábamos en el segundo lugar con 35% de los sufragios. Eran tan evidentes las señales de que en Guanajuato se había perpetrado un monumental fraude electoral, que convoqué de inmediato a la resistencia civil. El 21 de agosto en Irapuato, ante 4 mil simpatizantes de Acción Nacional, denuncié la existencia de más de 700 actas de escrutinio llenas de inmoralidades (sic). Detallé que en 506 de las 3 mil actas escrutadas por el partido aparecía un número mayor de votos que de ciudadanos enlistados en el padrón electoral..."
"Iniciamos una marcha de 60 kilómetros a la ciudad de Guanajuato, la que llamamos "La Caminata por la Democracia", para exigir al Tribunal Estatal Electoral la anulación de, por lo menos, 700 casillas. Como parte de las acciones de resistencia civil, tomamos carreteras, el aeropuerto internacional, cercamos a la ciudad de Guanajuato; plazas como las de León, Celaya, Irapuato o Dolores, rebosaban ciudadanos, lo mismo, amas de casa que estudiantes y ancianos, que denunciaban el fraude electoral. Los ánimos estaban exageradamente desbordados y, para acabarla de amolar, una horda de priístas borrachos trató de destruir el edificio del Congreso local".

Se imaginan que AMLO llamara a tomar carreteras, cerrar aeropuertos, que dirían los panistas...

sábado, julio 08, 2006

THE BOSS

Es raro la forma en que de pronto algo nos puede generar un alto nivel de emoción. Me sucede frecuentemente con los libros, cuando descubro algún autor del que no esperaba mucho. Por cuestiones del destino y de una tormenta eléctrica perdí la señal del cable, así que tuvimos que ver por un par de días la televisión con antena de conejo. El canal que mejor se veía era la versión local de PBS, lla televisión pública. Sin prestar atención, veía de fondo un par de programas, hasta que empezó un concierto en vivo en la Catedral de St Luke, en Londres. La música sonaba extrañamente buena. Dijo extrañamente porque se trataba de Bruce Springsteen tocando lo que llaman Flok....una mezcla de Blues clásico y Country.
Después de la primer canción dejé todo y lo pude disfrutar, para de ahí comenzar a buscar el concierto en internet. El concierto fue grabado por la BBC, así que aun no está disponible. Sin embargo pude conseguir el disco, el cual contiene del lado contrario un dvd con entrevistas y la imagen de la grabación de cinco canciones.
El disco se llama We Shall Overcome y vale la pena. Nunca he sido fan de Springsteen, de hecho me caía bastante mal, pero este disco me sorprendió.
Si a alguien le interesa...entre a Amazon.com, ponga "Seeger Sessions" y ahí aparecerá el disco. Escoja la primera opción y podrá ver el video de una de las canciones.

martes, julio 04, 2006

EMPATE RUDO

¿Y si nos quedamos así, con la incertidumbre de no saber quién perdió, sin tener un presidente electo?

¿Y si decidimos que nada puede ser peor a Vicente Fox y confiamos en la inercia de las instituciones, en la estabilidad de la economía?

¿Y si dejamos a alguien como encargado del despacho y así nos la vamos llevando hasta que por ahí del 2012 valoramos si necesitamos un presidente?

Imaginemos el escenario. Es miércoles por la noche y aparece en el monitor de la televisión Luis Carlos Ugalde, presidente del Instituto Federal Electoral, para anunciar que debido a lo cerrado del proceso, se determinó contabilizar acta por acta, por lo que los resultados se tendrán hasta el domingo 9 de julio.

Llegada la fecha, el mismo funcionario electoral aparece ante las cámaras, cada vez más demacrado, para informar a la ciudadanía que por petición de la Alianza por el Bien de Todos y la Alianza por México, se determinó la apertura y conteo de cada uno de las boletas, para así saber por fin quién ganó.

Un nuevo plazo se establece: 12 de Agosto.

Así, llegada la fecha nada se anuncia, todo sigue como si nada. En diciembre, sin ceremonia de por medio, Vicente Fox abandona el poder por la puerta de atrás. Detrás de él, su consorte sale cargando todo lo que puede, las toallas de cuatro mil pesos, los ceniceros, la lámpara, los libros de la Rabina Tagore y a su par de hijitos baquetones.

Lástima, lo más probable es que nada de esto suceda. Que Fox se aviente un aburridisimo discurso diciendo lo que logró. Y el que llegue haga lo mismo, prometiendo no falllarle a los mexicanos.

En medio de eso estará lo peor. Acusaciones de fraude, robo de votos, actas adulteradas. La otra parte dirá que hubo acarreo, operación tamal, pozole o como se llame ahora. Estaremos hasta las narices de mareas azules, amarillas y descoloridas.

De ahí pasaremos al plano legal, a los tribunales, a la petición de anular las casillas con problemas -porque siempre los fraudes se cometen en las urnas que pierden - y unos magistrados electorales presionados por las fuerzas políticas.

Ese es el lado oscuro de la democracia, el aburrido. El que hace que el abstencionismo sea cada vez más una opción. Así, ni ganas dan de saber quien será el ganador, ya todos perdimos.

Leyendo a Daniel Salinas y su jornada del domingo, me sorprendió la forma en que relata las actividades. Y es que durante años cubrí elecciones y siempre me parecieron de lo más aburridas. Una jornada normal era así: despertar temprano, realizar recorrido por las casillas, ubicar las problemáticas (central camionera, correo) tomar alginas fotos de la instalación de las mesas y primeras votaciones. De ahí a tomar un desayuno leve, birria, menudo, tortas, etc... y brincar a las 9 a la rueda de prensa de las autoridades electortales. Lo que sigue es cuestión de agenda..seguir a los candidatos para ver como votan y lo que declaran. De ahí no pasa nada, cuando se tenía suerte, ver algún partido de la liga mexicana de futbol. Ir a descansar. Monitorear. Traer el scaneer. Posiblemente ibas a tener que hacer una salida para verificar un reporte. Finalmente sin importancia. Regresar a descansar, lo mismo a tu oficina, a tu casa. Lo más probable es que te des una vuelta por una sala de prensa, saludar a los colegas. Te vas a comer....después de ahí no haces nada más que esperar. A las seis de la tarde cierran las casillas, esperas a los resultados y se acabo. Por qué tanta gueva. Porque después de un par de experiencia entiendes dos cosas...siempre es lo mismo y el 90 por ciento de lo que reporteas no entra en la nota.
Es de esas jornadas que puedes anticipar de manera completa. Puedes poner "me da gusto en ánimo de la gente, sabemos que ha habido una buena participación y pues ahora vamos a esperar a que se de la jornada y a tener los resultados. Confiamos en que tengamos un buen resultado". Eso dicen todos.

Cubrir elecciones tiene menos de emocionante de lo que se cree. Es aburrido y predecible.

lunes, julio 03, 2006

LAS ELECCIONES

A lo largo de mi vida he cubierto muchas elecciones. Empecé desde la escuela, antes de terminar la carrera. Me ha tocado ir a otros estados a cubrir procesos electorales. Sonora, Sinaloa y Baja California Sur. Obviamente unos cuantos procesos en Estados Unidos.
Después de mucho, tiempo, ahora vi el proceso por televisión. Mejor dicho, por internet.
Esa experiencia me ha hecho aprender que no hay que creer todo lo que una encuesta dice. Me tocó ver a Jorge Ramos salir con una cierta encuesta de salida de Arcop donde lo daban como ganador. Jorge Hank no tuvo que salir a desmentir, los resultados preliminares lo hicieron pocos minutos después.
Es fácil leer los rostros de los implicados, descubrir lo que realmente dicen sus cifras. Y ante lo que ahora veo, dos candidatos proclamándose ganadores, queda claro que uno de ellos tiene cifras equivocadas. Para este momento, los partidos tienen los resultados totales en sus oficinas.
Como lo había adelantado, no voté. No me interesaba votar por el menos malo. No me interesaba, además de que estoy en contra del voto de los mexicanos en el extranjero. No me toca a mi determinar quien gobernará un país que posiblemente no pise en los próximos seis años.

Volviendo a la memoria, recuerdo el momento en que en la televisión dieron a conocer el triunfo de Vicente Fox. Me acuerdo de que estaba en la sala de prensa del IFE en Tijuana. Los reporteros emocionados, como pocas veces se habían visto. De ahí nos fuimos a ver a los priístas. Nada como ese silencio, esa desilusión. Más interesante que los ganadores. Los priístas recogiendo pedazos, sufriendo por su futuro, pero ante todo, sin poder creer lo que venía.

El resultado de la elección me genera la misma indiferencia en estos momentos. No creo que haya mucho cambio, gane quien gane. El sistema se los come, nadie quiere cambiarlo, sólo adaptarlo a su gusto. En lo personal me hubiera gustado el triunfo de AMLO por una sola razón, por la misma razón por la que me dio un cierto gusto, momentáneo, lo reconozco, el triunfo de Jorge Hank... porque era una forma de enseñarles a los panistas lo que provoca tanta soberbia, tanta doble moral e hipocresía.

sábado, julio 01, 2006

MALDITOS DOCTORES

Hay algo que no logro pasar de parte de los gringos....y es su sistema médico. No es solamente toda la burocracia que rodea el sistema de aseguranzas, con sus coberturas, deducibles, etc.. Eso es burocracia pura, creada especialmente para que como cliente, como usuario, busques pelear lo menos.
Lo que realmente me desespera es la forma en la que trabajan los médicos. Ninguno se atreve a dar un diagnóstico de nada, me imagino que es el maldito temor a las demandas. Entonces, no te diagnostican, no te dan medicamento específico sino de esos que igual le atinan o igual no. Me dan medicamento que en México me enseñaron a temer, como tratamientos de dos meses con cortisona.
El pequeño Nemo es víctima ahora de los médicos. Sus problemas asmáticos se han complicado por acá, por los altos niveles de alergias que se presentan. En estos momentos sufre de fiebre, que en lógica me indica que hay infección, pero para el médico, es solamente cuestión de esperar y seguir con un tratamiento para el asma. Si sigue la fiebre, brincaremos a un antihistamínico para la alergia...