Nos han quitado la tierra
Soy un hombre de casa. Antisocial como poco, rutinario. Soy hombre de costumbres y movimientos lentos. Una jugada improvisada, una explosión de adrenalina o un impulso, nada de eso está en mi. Quizás por eso me encanta el futbol. Porque me permite estar en casa sin mayor problema. Sin aburrirme.
He tenido días malos. De eso que hablaba antes, de la falta de adaptación. Hace un rato decidí aprovechar la hora de la comida y salir a manejar. Es algo que siempre he hecho cuando quiero distraerme. Manejando creo que llegué a entender este sentimiento que traigo a cuestas. Me dejaron sin casa.
Cuando emprendí el camino hacia Dallas, en mucho quemé mis naves. Sabía que dejar Tijuana era algo bueno pero además definitivo. Y muy pronto me establecí allá. Le encontré cariño a todo. La descubrí y fui enamorándome de ella. Quizás nunca racionalicé que había logrado establecerla como mi casa, me sentía en casa.
Todavía cuando la mudanza a Austin logré tener algo de ese sentimiento. Cada viernes manejaba de regreso a Dallas, con la familia. Era el regreso al hogar. Cuando por fin terminamos la mudanza completa, ya con la familia, se perdió eso. Me siento como sin casa. Sin ese sentido de pertenencia. Y lo más triste es que volteo hacia Tijuana y la siento tan ausente, tan lejana.
Me siento como hormiga, cuando de niño les borrabas con el pie o la mano el caminito hacia su hormiguero. Empezaban a correr como locas de un lado a otro, queriendo recuperar el rastro de las compañeras. Así me siento, sólo que no como loco, sino bastante cuerdo. Y se que no hay rastro que encontrar, sino que tengo que empezar a construir el propio. Y lo peor, no corro, me subo a mi carro y manejo. Y con el maldito precio de la gasolina....
miércoles, septiembre 10, 2008
el Rene at 1:03 p.m.
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1 y tú que piensas?:
Ja! A mi también me entran las hormigas en ese imaginario de Tijuana que guardo. Pinches bichos. Rojos, grandes, la calor, la tierra.
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