Nunca he sido un anti-imperialista. Nunca he sentido un odio por los gringos, solo porque eran los gringos y había que sentirlo. Jamás he entendido ese desgarre de vestiduras por cosas como la certificación de nosotros en materia de combate al narcotráfico, ya que me parecía más hipócrita criticarlos y recibir sus millones de dólares en apoyo al combate. Nunca he sentido ese odio por la selección de futbol de las barras y las estrellas. Me son indiferentes porque siento que es más la estupidez y mediocridad de mi selección que la grandeza de ellos. Nunca he criticado su consumismo porque igual yo he disfrutado de los Outlets. Y sobre todo jamás he creído que son una mierda por el hecho de sentirse el centro del universo y ver hacia abajo al resto. Total, son sus traumas y sus complejos de superioridad. Yo tengo los mios propios. Nunca he sentido odio por el país que vio nacer a mis dos hijos, aunque tampoco le tengo amor. Dígamos que en este momento le tengo respeto y aprecio por lo que me da. Y más ahora que tengo una tarjeta verde que me hace parte del mismo.
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