Invierno en Dallas
La mañana entra por la ventana como si se tratara de una más a las que has visto desde que llegaste a esta tierra. Desde un inicio lo sabías, te lo dijeron una y otra vez, aunque lo desestimaste.
Finalmente, las condiciones climáticas de ninguna forma iban a cambiar tus planes ni los de la familia, así que le diste menos importancia.
Y es que seamos sinceros, pasar una navidad a 27 centígrados no resultaba para nada atemorizante. Pasaste el mes de enero disfrutando de un clima veraniego. Bastaba ver el comparativo entre las temperaturas diarias entre Tijuana y Dallas, para sentir que en realidad no había ninguna diferencia.
Una pequeña nevada te alertó, aunque pensaste que se trataba de un hecho inusual, un pequeño descenso que servía para estrenar la gran chamarra y tratar de prender por primera vez la chimenea.
Tu falta de pericia se notó justamente en ese hecho. Nunca en tu vida habías tenido una chimenea y eso generó que la casa se llenara de humo y la maldita alarma no dejara de sonar hasta que colocaste el ventilador.
Pensaste ese día, y solamente ese, en ir a la una de las pistas de patinaje para por primera vez andar sobre hielo, pero la pereza ganó y decidiste que lo mejor era aguardar en casa a que pasaran los malos días, como finalmente sucedió al cabo de un par de ellos.
Ahora lo sabes. El viento de la mañana te lo hizo saber. Algo cambió en tu vida y es este cambio el que más cala en los huesos. Por primera vez en tu vida sentiste lo que es estar debajo de los cero grados.
Y es que lo repitieron en las noticias un par de veces. El invierno fue atípico. Desde 1928 la ciudad de Dallas no había registrado un mes tan cálido.
Escuchas todo eso y piensas que en el fondo eres un pequeño burgués acostumbrado a la comodidad. Que en el fondo el frío se combate con la calefacción y pagando el doble en el recibo de electricidad.
Poco piensas en la gente que realmente sufre por el frío, aquellos que en la sierra saben lo que son las bajas temperaturas, esos que aguantan y están curtidos. A ese frío sobreviven niños y ancianos.
Y tú aquí te quejas, te sorprendes, sufres. Realmente sufres esos cinco minutos que tarda el tren en llegar a la estación ? y que son los únicos en que estas expuesto al viento ? para llegar corriendo a la oficina a disfrutar del ideal dado por un termostato.
Sabes que algún día tendrás que acostumbrarte.
Pero en estos momentos te sientes un foráneo y para ti, justo ahora, la vida se mide en Fahrenheit.
lunes, febrero 13, 2006
el Rene at 12:26 p.m.
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