viernes, marzo 10, 2006

El caparazón

Uno pensaría que está recubierto con una capa especial para no verse afectado de las historias sobre las que escribe. Perdón si hablo de mí como periodista. Me sigo sintiendo periodista y sigue siendo mi profesión, a pesar de que ahora me dedique a escribir comerciales.
Como decía, a los periodistas siempre se nos ha visto como insensibles y amarillistas. La verdad es que en parte es cierto, tenemos cierta barrera para no involucrarnos con las historias. Es algo natural y lógico, el sentimiento afecta la imparcialidad y la objetividad, además de que uno descubre que muchas historias son falsas.
Cuando uno reportea trae ese manto protector que pone distancia entre las historias.
Será porque hace mucho que no reporteo y porque no buscaba una historia por lo que lo que viví hoy me afectó tanto.
Me encontraba por un Walmart cuando nos encontramos a un hombre con dos niños. El mayor de ellos tenía la misma edad del pequeño Nemo, con la mirada triste. El otro, más chico, tendría a lo más nueve meses. Estaba en un portababebé dentro del carrito. Mi esposa lo vió y me dijo, fíjate como no deja de vernos, como se rie. Y en efecto, nos seguía con la mirada y lanzaba sonrisas una y otra vez. El que yo pensé que era el papá de los niños se nos quedó viendo, triste también. No son mios, dijo. Son de una amiga. Y después como que quiso dar más explicaciones. Ella está detenida, ya tiene varios días. La detuvieron porque no tiene papeles y mañana la van a deportar a Honduras. Nos dejó sorprendidos, sacados de onda. Después se nos quedó viendo y nos dijo, yo solamente los cuidos, no se que hacer. Después de eso siguió su camino. Me parece que no iba a comprar nada, solamente salió a caminar. No pidió dinero, no pidió consejo, simplemente quiso decirnos la historia de esos dos niños. Se fue y nosotros nos quedamos tristes. Hace dos horas de eso y sigo pensando en la historia.
Incluso ese caso nos llevó a preguntarnos si adoptaríamos a un niño así. (obviamente no es el caso exacto, porque posiblemente la madre finalmente intente reunirse con ellos) y los dos pensamos que si podría ser, aunque la burocracia se encarga muchas veces de desanimarte.



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Comida escolar.

Hay algunos políticos, no solamente en Baja Callifornia, sino en otras partes del país, que pretenden regular la alimentación que reciben los estudiantes en las escuelas. Bajo el ridículo término de Ley antichamoy, inventada por algun cursi editor, se pretende evitar que en las escuelas vendan comida chatarra.

Es raro, pero la alimentación en las escuelas ha cambiado de mi época a la fecha. Ahora todo está lleno de sopas maruchan. En la primaria, casi nunca comía en la tiendita porque tuve la suerte de vivir frente a la escuela y bastaba un grito durante el recreo para recibir sandwiches de huevo o burritos de frijoles y carne deshebrada. Sin embargo recuerdo que en la tiendita vendía burritos, sandwiches de jamon y obviamente papitas y dulces.
En la secundaria el menú mejoró. Soy egresado de la poli y quienes estudiaron ahí de seguro recuerdan las riquisimas flautas que vendían ahi. Además vendían burritos, y la demás comida chatarra. Muchos preferíamos las flautas antes de cualquier otra cosa. No recuerdo que vendieran sopas maruchan. Eso si, a la salida vendían de todo, elotes, tortas de el charro, de mike's, junto al hotel conquistador o las de mi ranchito.
Creer que controlando lo que se vende en una escuela lograran tener estudiantes flacos lo dudo, el problema viene de la familia y no se ve que estén trabajandoen ello.

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