APUESTAS
En 1988 había sido la última vez que acudí a una carrera de caballos. Se trataba de una carrera importante, el "Clásico Internacional Del Caribe". Antes de esa, muchas veces había acompañado a mi padre a las carreras de caballos. Le gustaba jugar leyendo el programa, leyendo estadísticas. No íbamos muy seguido, una vez cada dos meses. Siempre nos quedábamos seis o siete carreras. De esas, yo podía apostar a dos, algunas pocas veces llegué a ganar. Eran definitivamente otros tiempos. Llegaba gente de todas partes a jugar al Hipódromo Agua Caliente. Dicen que lo mismo sucedía con los toros. Desconozco qué pasó con los toros, pero en los caballos estuvo la mano del hoy flamante alcalde de Tijuana.
Esos recuerdos del hipódromo son agradables. Tenía mucho que no los recordaba.
Aprovechando el fin de semana santo, nos fuimos el sábado a conocer un hipódromo ubicado entre Dallas y Fort Worth. La experiencia fue agradable, sobre todo porque había un clima excelente, cerveza de barril y música en vivo. De las carreras, gané la segunda. No pagó mucho, era quiniela. 30 dólares que sirvieron para que el paseo resultara gratis.
El domingo también fue de apostar. Es una debilidad. Disfruto todo el escenario, aunque solamente he estado una vez en Las Vegas, bastó para que me encantara.
Decidimos conocer Oklahoma, un par de lagos. De ida paramos a desayunar en un casino, el primero cruzando la frontera entre Texas y Oklahoma. 10 minutos de juego, 60 dólares de ganancia. De ahí salió para la comida y la gasolina.
domingo, abril 16, 2006
el Rene at 10:07 p.m.
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