domingo, abril 09, 2006

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MARCHA

Soy una contradicción, lo he sabido siempre. Hoy no fue la excepción. De último momento nos trepamos al tren y llegamos al centro de la ciudad, donde ya nos esperaba medio millón de personas.

Debo decir, en mi descargo, que fui con un interés periodístico. Uno lo trae en la sangre. No se lo puede quitar. Hoy sin duda sentí algo nuevo, que luego describiré. Por lo pronto diré que nunca había vistoo una manifestación así. Y es que Tijuana no se distingue por lograr marchas numerosas.

En fin...que aquí va lo que escribí al respecto...

WE LOVE THIS COUNTRY
"Qué chingón, man, qué chingón", decía un joven veinteañero mientras desde el tren comenzaba a observar la larguísima fila de manifestantes vestidos de blanco.

Faltaba aun una estación para llegar al lugar indicado y la gente comenzaba a pegarse a las ventanas sorprendidas del nivel de respuesta de la marcha.

Contrario al ambiente del tren de la línea roja que diariamente lleva empleados a las oficinas del centro de la ciudad, ahora los vagones se llenan de gritos, de comentarios y de una excitación que va aumentando conforma se avanza.

Apenas al bajarse del tren uno se vuelve parte de la marcha - la mega marcha del orgullo hispano - ya que no hay espacio para caminar, la comitiva superó las expectativas y de la estación a la Catedral ya no hay espacio libre.

De ahí en adelante todo es caminar, gritar, sonreír y sentirse parte de un movimiento inédito en esta ciudad con un millón de hispanos. A diferencia de las ciudades californianas, aquí los mexicanos no se sienten solos, la comunidad del centro y sur de América está presente y unida.

"We love this country", dice una enorme cartulina llevada por una joven. Las camisetas rezan "Hecho en México, perfeccionado en USA".

La gente no se detiene, viven el momento.

Llegar a la plaza del City Hall sirve de clímax. Se empiezan a oir las voces en inglés, de esos jóvenes que nunca han pisado otra tierra que no sea Estados Unidos y cuya presencia está para defender a sus padres, algunos indocumentados. No hay un falso nacionalismo. A pesar de las cientos de banderas de Estados Unidos, prevalece un sentimiento de verdadero orgullo por el suelo que se pisa.

Aunque de fondo se escucha a voz de algunos de los organizadores que ha tomado el micrófono, la gente no parece escuchar, sigue admirada viendo a un lado y otro. Platican, se imponen los acentos. Se vuelve una kermesse, un simple día de campo.

A diferencia del ruido en las calles, al llegar a la plaza se dejan de lado los gritos de "Sí se puede, sí se puede", para dar pie a los comentarios, a la admiración y al orgullo.

Las peticiones, plasmadas en cientos de cartulinas, mantas, consignas gritadas, son lo de menos. El paso importante, la presencia física que demuestra unidad, ha superado todo lo esperado.

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