viernes, octubre 22, 2004

Generalmente la actividad periodística lo vuelve a uno insensible.

Es una realidad. Cuando te acostumbras a que diario aparezca un muertito se va perdiendo el nivel de sorpresa.

De cuando en cuando saltan historias que de alguna forma me generan disturbios internos.

Mi primer nota que cubrí fue un accidente automóvilístico. Un camión escolar en la colonia Del Rio se había ido en reversa cuando su conductor bajó a la tienda por cigarros y uno de los menores le movió la palanca.

El camioncito no solamente chocó en reversa sino que se volvó al caer tres o cuatro metros en un desarenado pluvial.

Con la emoción de un primerizo, me acerqué a ver como trabajaban los rescatistas. Un menor estaba grave y yo estaba ahí para conocer de primera mano la información. Cinco más estaban con heridas leves.

Acelerado, me dirigí a la Cruz Roja a seguir con la cobertura, donde obtuve mínimos detalles. Sin embargo recibí la instrucción del periódico donde trabajaba para entrevistar a los familiares. Nada vende más que el color del dramatismo.

Estaba a la espera de algún familia, cuando una señora joven se acercó y preguntó por su hijo. Su esposo entró con el doctor y ella en la desesperación buscaba información. Alguien le dijo que yo era reportero y que venía del lugar.

Con nerviosismo y gritos, me preguntó sobre la salud de su hijo. Yo no sabía, pero al menos pude decirle que no era el que se encontraba grave. Después de eso me abrazó y empezó a llorar.
Jamás me sentí tan poca cosa. Jamás he sentido el desprecio por la profesión como en ese momento, cuando me sentía un buitre en busca de carroña.

No puedo negar que al ir en camino al periódico solte un par de lágrimas. Sentía una especie de naúsea. Fue hasta unas semanas después cuando un viejo reportero me dijo algo que me hizo sentir mejor. Nada puedes hacer por evitar esa inercia, excepto el pensar que escribir una nota puede cambiar algo.

Me puso el ejemplo de una mujer que llegó al mercado y se bajó del carro, dejando a su bebé dormido y con las llaves al volante. Minutos después observó como un sujeto lo robaba y empezaba el drama.

Ese tipo de notas, me dijo, deberían de estar en portada, para que las personas aprendieran algo. Para evitar que ese tipo de errores se repitieran. Lo mismo notas de accidentes trágicos donde un niño muerte por estar parado en el asiento delantero sin cinturón de seguridad o en la caja de un pick up.

Hoy sucedió un accidente que me revolvió el estómago y que creo que era menos evitable, con menos responsabilidad. Dos menores cayeron de tres pisos cuando las puertas del elevador se abrieron pero no estaba ahí el ascensor. La madre intentó detenerlo pero cayó con ellos, mientras el papá observaba sin poder hacer nada.

Es en notas así donde más incomodo me siento. No se ni como acercarme a los familiares para saber detalles de la vida de las víctimas que le den color a la nota. Prefiero la frialdad del reporte policiaco.

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