lunes, junio 07, 2004

Hay tardes que son realmente magnificas. Tardes donde no esperas nada y nada llega. Tardes donde no hay sorpresas, donde puedes estar sentado escuchando una canción, con un libro, con una buena película. Tomando un vaso de soda, comiendo un pastel.

En especial agradezco días así. Ordinarios totalmente. Es obvio que tener grandes días todo mundo quiere. Pero es en esos días normales, hasta cierto punto intrascendentes, que te sirven de referencia para los buenos días.

Es el principio de la mediocridad, lo se. Es lo gris, el agua tibia. Sin embargo trato de vivir en base a la fórmula de que quien nada espera nunca se verá defraudado.

De qué sirve la mentalidad de la excelencia. El discurso de Miguel Angel Cornejo de que todos podemos ser lo que queramos. Todos podemos ser presidentes de la república si así lo deseamos. Esa es la verdadera mediocridad.

El pensar en una fórmula, el pensar que realmente eres tu el arquitecto de tu propio destino. Es algo así como ver con desprecio los factores externos, esos que si realmente aprendes a conocer te permitirán hacer algo.

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