Decidí darle una buena sacudida a este blog. Cambie el formato, de alguna manera para presionarme a ponerme a escribir al menos un post cada dos días. Nunca tengo demasiado trabajo como para no escribir. El proceso de adaptación sigue y la aculturación también.
Venirme a vivir a Estados Unidos parecía sencillo. Viví toda mi vida en la frontera. San Diego era parte de mi rutina normal, era una parte de mi trabajo, así que no parecía un gran cambio. Y bueno, no fue el estilo de vida lo que cambió sino las circunstancias en las que me encontraba.
Llegué con mi familia pensando en que de lo único que tendría que preocuparme era en el idioma. Primer error. El clima me tomó por sorpresa. Los inviernos son frios, los veranos ardientes en exceso. Había ido cientos de veces a Mexicali, pero no es lo mismo que vivir ahí. Nuestra vida cambió, por ejemplo, cuando vimos que nuestras actividades no podían ser las mismas.
Compramos un pase familiar para el zoológico. Lo usamos dos veces los dos únicos fines de semana que estuvieron agradables. Antes de eso todo estaba helado. Un mes después todo estaba demasiado caliente. Quizá con el tiempo nos acostumbremos y podamos aguantar esos calores, en tanto somos presa del clima artificial.
La comida no ha sido problema, pero los hábitos alimenticios sí. Lo más drástico fue tener que comer "lunch" a la 1 y cenar o comer fuerte a las 6. Demasiada comida chatarra los primeros meses. Fui víctima de esa horribla comida frita, llena de queso cheddar y deshabrida. Pero eso ha pasado, por recomendación del doctor hemos aprendido a comer mejor.
Dos años después y en medio de ires y venires mentales, creo que lo peor de la experiencia es estar demasiado lejos de la familia, de los amigos. Como nunca valoro incluso a los conocidos. Los gringos están acostumbrados a la soledad. Pero es una soledad práctica. Se apoyan demasiado en los negocios.
Tienen un hijo y de inmediato saben que será de él un mes después. A nosotros nos costó un trabajo enorme elegir una guardería. Encontrar niñera una noche es tan fácil para ellos como pedir el teléfono de alguna adolescente en su iglesia. Para nosotros es imposible confiar en alguien.
Como dije hace días, la ciudad nos ha tratado mal en cuanto a enfermedades y es ahí cuando más hemos necesitado a la familia.
Y sin embargo hay tantas cosas que me han encantado de acá.
jueves, noviembre 08, 2007
el Rene at 9:57 p.m.
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