Paternidad II
A mi eso de la paternidad siempre me había llamado la atención. Desde muy joven pensaba en la posibilidad de ser padre. Quizás por el hecho de venir de familias tradicionales, donde la convivencia me parecía una buena meta. Con la llegada del Nemo comprobé que tener eso como única meta en la vida era suficiente. Quien me conozca sabe lo que el Nemo cambió en mi vida y la importancia que tiene en ella. Después, cinco años después, llegó el Ben10, que poco a poco comienza a generarme emociones nuevas. Con los dos, sin embargo, he tenido que sortear algunos problemas de salud. He de decir que problemas manejables, leves.
Es desesperante estar en una sala de emergencia con un hijo con problemas para respirar. Es desesperante verlo acostado, con una mascarilla esperando que el albuterol haga su efecto. Y sin embago, lo repito, esto no es nada.
Suelo quejarme de cuando en cuando de la situación en que vivo respecto a la salud. Yo que de niño siempre fui enfermizo, ahora he sido el que menos ha tenido que batallar con el clima de esta ciudad.
Todo ese preámbulo es para comentar una de esas historias que de pronto te patean a la cara y te dejan expuesto como un idiota. Es una historia que quizás hayan visto en las noticias o en internet. Es un padre y un hijo. Es la historia de un padre grande y un hijo con parálisis. Es la historia de un hijo con el deseo de participar en un maratón y un padre dispuesto a cumplir cualquier deseo. Es ese tipo de historias clásicas de Hollywood, donde al salir de la sala uno piensa que se ha exagerado la historia, que esa ficción fue llevada a la exageración.
Dick Hoyt se llama el padre y Rick el hijo. Han participado en varios triatlones. Es sobre todo un esfuerzo extraordinario del padre, quien cuando corre empuja una silla de ruedas, cuando nada arrastra una balsa y cuando anda en bicicleta trae enfrente una asiento especial, siempre cargando a su hijo.
Me tocó ver la nota en una tienda de electrónica. Estaba caminando entre las televisiones cuando al menos en 20 de ellas comenzó una cápsula del reportaje. Se anunciaba creo que habían recibido un patrocinio importante. Pero me llamó la atención el silencio que se hizo. La atención de todos los que por ahí caminabamos se centró en la historia. No duró más de 4 minutos. Después de ahí volteamos a vernos unos a otros como sacados de onda. Como reclamándonos a nosotros mismo por el lloriqueo diario, por creer que nuestra vida es muy complicada, difícil, por el reclamo lo mismo a Dios que al destino por lo que pasamos.
Y después seguimos, aunque a mí esa historia me da vueltas todavía en la cabeza.
Aquí un video con una parte de la historia...
lunes, noviembre 26, 2007
el Rene at 3:34 p.m.
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1 y tú que piensas?:
Guau tío, qué interesante...q eres, periodista?
Un abrazo, K.
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