sábado, mayo 01, 2004


Herencias
Cuándo me preguntaron qué quería de las pertenencias de mi abuela pensé inmediatamente en las vacaciones que solía pasar allá, en su casa. Antes, un año atrás, me habían hecho la misma pregunta referente a mi abuelo y decidí pedir tres discos, uno de ellos del violinista Papa Jonh Creach.

Había varios objetos que se me hicieron importantes sentimentalmente. Pensé en unas fichas de pokar con las que jugaba al menos una vez a la semana. También un enorme cuadro que había pintado. Luego pensé en las cosas que realmente me hubiera gustado tener conmigo como recuerdo, una pequeña alberca, un arbol de plátano y las cientos de luciérnagas que en las noches de verano aparecían en su casa.

Finalmente pense en objetos que de alguna forma tenían más significado para mí. Durante las vacaciones, durante los dos años completos que viví allá, disfrute de su enorme biblioteca y creo que en parte esas tardes de lectura le dieron forma a mis gustos.

Un libro en lo particular fue lo primero que pedí. Un libro que quizás era sumamente común, sin mucha trascendencia, pero que ella revisaba una y otra vez. Se trata de un atlas de la biblia, editado por la revista Selecciones. Como los libros nadie los peleó, aproeché para hacer otras peticiones.

Hoy me entero que las cajas de libros han llegado a casa de mi madre y tengo que ir por ellos. Entre los tesoros que sé que me esperan, está la colección de 100 tomos (creo que le faltarán 20 o poco más) de la Biblioteca Básica de Salvat, que entre otros incluye a Onetti, Chejov, Stendhal, Pirandello y Borges.

Ya que los tenga en mis manos comentaré más al respecto.


0 y tú que piensas?: