Los perversos no piensan, traman... AMLO
El rostro es otro. Esa bonhomia que mostraba, el semblante tranquilo, de su honradez valiente, ha desaparecido.
Todo este escándalo lo ha rebasado. Ni cuando murió su esposa se le vio tan descompuesto. Después de esto, el 2006 se vislumbra tan lejano.
En medio de todo eso, encuentro un artículo en Proceso de Denise Dresser, cuya dinámica lectura se ve desde el título. Van aquí algunos fragmentos.
"Puta, ¿cómo le voy a hacer"?
Denise Dresser
Puta, ¿cómo le voy a hacer?", se pregunta el perredista René Bejarano cuando contempla una carretada de dinero que no sabe cómo cargar. Lo mismo se pregunta Rosario Robles ante una relación personal equívoca por la que está pagando un costo político previsible. Lo mismo se pregunta Gustavo Ponce en su paso de funcionario público a prófugo perseguido. Lo mismo se pregunta el Niño Verde ecologista convertido en pueril malabarista. Lo mismo se pregunta Andrés Manuel López Obrador, quien sólo puede ser calificado de ingenuo o cómplice. Lo mismo se pregunta la primera dama de la nación ante el descubrimiento de las irregularidades de su Fundación. Lo mismo debería preguntarse el país para castigar a los corruptos en vez de sólo contemplarlos.
Muchos pensaban que para acabar con los malos bastaría con sacarlos de Los Pinos. Muchos creían que la corrupción acabaría con el destierro político de sus artífices. Muchos suponían que las manos limpias de los demócratas atarían las manos sucias de los autócratas. Pero no ha sido así. La democracia inaugura un país más libre pero no asegura un país más limpio. La alternancia trae consigo la transferencia del poder pero no su fiscalización. México sigue siendo un lugar de crímenes sin castigos, de culpables identificados sin culpables sancionados, de políticos que se hacen ricos porque pueden.
Vicente Fox aplaude que en México todo se ve, todo se escucha, todo se lee. Pero poco o casi nada se castiga. México no ha transitado de la transa impune al castigo merecido. Eso sólo ocurrirá si la corrupción le cuesta la presidencia a AMLO, el gobierno de la capital al PRD, la carrera a Rosario Robles, la senaduría al Niño Verde, la precandidatura de su partido a Marta Sahagún, la fortuna a Carlos Ahumada, el empleo en cualquier parte a René Bejarano, el futuro político a los corruptos y a sus cómplices. La corrupción en México sólo disminuirá cuando el precio al que se venden los políticos sea menor que el precio que pagan por hacerlo.
miércoles, marzo 10, 2004
el Rene at 10:51 p.m.
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